EL GIGANTE

_MG_0117

EL GIGANTE

 Estamos en Santa Clara en las afueras de la ciudad, en una enorme plaza vacía. Un espacio abierto que parece esperar actos multitudinarios, actos de reconocimiento, de recuerdo emocionado, de una curiosa mística que va más allá de la admiración. Levanto la vista al cielo, y le veo.

En un alto pedestal su enorme figura de Guerrillero. De pié, dando un paso al frente y con la mano izquierda escayolada, como el día en que paseó por las calles de Santa Clara.

“Las lomas del Cápiro seguían firmes y allí estuvimos luchando todo el día 30, tomando gradualmente al mismo tiempo distintos puntos de la ciudad. Ya en ese momento se habían cortado las comunicaciones entre el centro de Santa Clara y el tren blindado. Sus ocupantes, viéndose rodeados en las lomas del Cápiro trataron de fugarse por la vía férrea y con todo su magnífico cargamento cayeron en el ramal destruido previamente por nosotros, descarrilándose la locomotora y algunos vagones. Acosados por hombres que, desde puntos cercanos y vagones inmediatos lanzaban botellas de gasolina encendida, el tren se convertía en un verdadero horno para los soldados. En pocas horas se rendía la dotación completa, con sus 22 vagones, sus cañones antiaéreos, sus ametralladoras del mismo tipo, sus fabulosas cantidades de municiones, fabulosas para lo exiguo de nuestras dotaciones, claro está……..”

Así relata el Guerrillero el asalto al tren blindado y la batalla de Santa Clara -clave para el triunfo de la Revolución- en la que se rompieron las comunicaciones entre el ejercito de Batista y la isla se partió en dos. Aquel grupo de hombres mal armados, famélicos y mal vestidos ganaron la decisiva batalla.

Es por esto que Santa Clara está unida a la figura del Ché Guevara, para siempre.

Y es por eso que esta mañana, muy temprano, sentada en el suelo, admiro su enorme presencia en esta plaza. Poco a poco se va llenando de gente, personas mayores, jóvenes y niñas que van ocupando la gran llanura extendida a los pies del gigante.

A mediodía la plaza está completamente llena y todos estamos allí por el mismo motivo, recordar a Ernesto Guevara en el 40 aniversario de su asesinato, en la Higuera, Bolivia. Con su boina y su fusil, su puro, su sonrisa y su enorme atractivo, que hoy cuarenta años después sigue intacto.

© ESTUDIO ABAD FOTOGRAFÍA

En todas las culturas y en todos los continentes, entre los mayores, nostálgicos de épocas y épicas revolucionarias donde se juntaba acción y poesía, y entre los más jóvenes, los que no saben de su historia, los que no oyeron las canciones que le dedicaron los trovadores, los que no conocen sus palabras ni leyeron sus textos, los que apenas tienen referencias, pero intuyen en su cara, la que llevan grabada en la camiseta, su fuerza, la fuerza que le convirtió en un símbolo.

Un gigante que desafía al tiempo, a la historia y a su propia muerte.

© Mabel Pérez Simal

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *