En ruta por Uganda

Viajar por Uganda es un placer, un descubrimiento y una sorpresa que te mantiene alerta.

Iniciamos el viaje saliendo de Kampala en dirección norte, y sin atrevernos a llegar a la frontera con Sudán del Sur, continuamos la ruta bordeando el país camino de los grandes Lagos Albert y Edward, que marcan la frontera con Congo. Sus parques y sus paisajes nos van llevando hacia Kisoro y el encuentro triangular que forma el sur de Uganda con Congo y Ruanda, donde compartimos la experiencia de los Bosques de la Luna y la vida de los gorilas, rodeados de una niebla de humedad instalada sobre la vegetación permanente y tupida, y con un halo de misterio que nos trae recuerdos de lecturas y películas antiguas. Continuamos el recorrido por este país bordeando el lago Victoria y descubriendo las fuentes del Nilo antes de cruzar la frontera con Kenia.

Los parques no son tan famosos como los keniatas ni los de Tanzania, no se ven tantos animales, ni los resorts, aunque lo están haciendo bien, tienen esa solera inglesa y un poco trasnochada de los de los paises vecinos. Todo es muy verde, hace mucho frío por las mañanas y casi nada sucede como estaba previsto. Las expectativas se mantienen hasta el final, y no defraudan.

El nuestro fue un viaje estimulante en el que dormimos poco. La habitual costumbre de alargar la noche se junta con la necesidad de salir al amanecer para ver a los animales empezando el día. Todo está más vivo y extraño, con una tonalidad blanquecina de bruma que intentan atravesar los primeros rayos de sol, antes de que el calor del mediodía limite la actividad de propios y extraños.

Los hoteles son un descanso en una isla confortable de frescor, comodidad, piscina y una copa; situados en un alto con vistas al río, o a un lago, al paisaje del bosque o de la llanura, con los facoteros comiendo la hierba del jardín y los hipopótamos que suben desde el río por la noche y se pasean por delante de las habitaciones. Mejor no salir – recomiendan.

Lujo para viajeros en espacios cerrados, vigilados y protegidos, para los que no hay alternativas hoteleras, o eso o la nada.

…No hay salida: si alguien quiere penetrar en los rincones más recónditos y apartados de las rutas trilladas, los más ocultos y traicioneros de estas tierras, tiene que estar preparado para pagar su osadía con la salud o incluso con la vida (…).

 En vista de las circunstancias, hay quienes deciden llevar una vida paradójica, a saber: al llegar a África desaparecen en hoteles que les brindan todas las comodidades, y nunca abandonan los lujosos barrios de los blancos; en una palabra, estando topográficamente en África, siguen viviendo en Europa, solo que se trata de una Europa en miniatura, de un sucedáneo reducido a la mínima expresión.

 Es un estilo de vida que, sin embargo, resulta indigno de un auténtico viajero e inconcebible para un reportero, que tiene que vivirlo todo en propia carne.

 Nos machaca el gran Kapuscinski, inexorable………

En este viaje combinamos algun resort -no había alternativa Ryszard-  con pequeños hoteles ugandeses, y nos bañamos en piscinas de colores donde jovenes, chicos y chicas, bailaban al son de la música, y nos hacían dudar, estamos en Africa o en Cuba?. Entre el calor y la modorra del descanso nuestros pensamientos atravesaban el Atlántico, siguiendo la ruta terrorífica de los grandes barcos abarrotados de esclavitud y dolor que viajaban entre las dos caras del mundo.

Las sensaciones de irrealidad y surrealismo mezcladas con el peso de la historia, el dolor del pasado y del presente, y la carga emocional que significa viajar por África, suman una experiencia a repetir; y a pesar de las recomendaciones del gran reportero, en esta ocasión, elegimos vivirla con una cierta protección y volver sanos y salvos.

©Mabel Pérez Simal

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