John Berger en una animada charla con Ryszard Kapuscinski comenta:

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“Hoy los cambios se suceden cada vez más rápidamente, frente a lo que ocurría en el siglo XIX.

Como señala Ryszard, aunque “el escenario político gira a un ritmo mucho más rápido que el de nuestra existencia cotidiana”, la vida material, la vida de cada día, para la mayor parte de la gente, no cambia casi nada, y si cambia algo, casi siempre es a peor.

Sin embargo, asistimos a enormes cambios en el campo de la tecnología, y en la esfera de la política, los cambios aparecen muy dramatizados.

La información se ha convertido en un bombardeo continuo. Los viajes, se hagan por placer o por necesidades económicas, como en el caso de la emigración, se han convertido en un lugar común. El mundo se ha convertido, por tanto, en algo inmenso. Y, sin embargo, ya no podemos sentirlo como nuestra casa. Esto significa que los relatos se vuelven extraños. La imaginación ha ocupado su lugar. Las sensaciones han sustituido al sentido del destino, que constituye la parte esencial de un relato.

Mientras que cualquier historia en su significado más profundo, es algo que le sucede a los cuerpos: hombres, mujeres, caballos, incluso naves, que son como cuerpos. La diferencia que separa la información de las historias verdaderas, las historias que les suceden a los cuerpos está en la perspectiva, en la óptica de los hechos. La cuestión radica en cómo se narra una historia. A propósito de esto, quisiera leeros un breve párrafo de una historia, escrita por Ryszard:

“Conocí a un hombre que había pasado diez años de su vida en un lager por haber recibido la orden de colocar un pesado busto de Lenin en una sala de recreo que estaba en un primer piso. Como la puerta era demasiado estrecha, el pobre desgraciado decidió entrar el busto por el balcón, para lo cual rodeó el cuello del autor de Materialismo y empirocriticismo con una gruesa soga. Aún no le había dado tiempo de quitar el lazo cuando ya lo habían arrojado al fondo de una mazmorra”.

Esto es un relato, no una noticia. Pero para observar lo que es físico, para observar la esencia de los relatos, es necesario que el cuerpo propio y verdadero del narrador se encuentre en el lugar de los hechos o en las inmediatas cercanías. No se pueden realizar observaciones sobre una pantalla. Todo lo más que permite una pantalla es leer”.

Nos proponemos captar los hechos, nuestra óptica de los hechos, e intentar transmitirla a través de las sensaciones, el olor y el sabor de las fotos y de los relatos.

Cita del libro de Ryszard Kapuscinski “Los cínicos no sirven para este oficio” de la editorial Anagrama, Edición de Maria Nadotti y traducción de Xavier González Rovira.

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