El muro de las lágrimas

 

El valle del Jordán, El monte de los olivos, Belem, Nazareht, Jericó, Jerusalém, lugares con nombres de sonido bíblico e histórico, inolvidable para una parte importante de la humanidad y lugares simbólicos para varias culturas y religiones.

Esta es otra de las sensaciones que te invaden cuando estás allí observándolo todo: el peso de los nombres y los lugares y lo que representan. Siglos y siglos de historia soportados por muros que resisten el paso del tiempo.

Como el Muro de las lágrimas (o de las lamentaciones) al que se acercan a rezar hombres y mujeres, eso sí, separados por otro muro que divide en función del sexo de los creyentes. El único muro que queda en pie del templo de David.

Me acerco a tocarlo caminando entre las mujeres, y me sorprenden los cientos de papelitos entre las piedras. Pequeños mensajes de papel encajados en las rendijas o que cayeron al suelo movidos por el viento, en los que ellas escriben agradecimientos, ruegos, peticiones y dolores esperando que su dios escuchará.

Ellos hacen más ruido, rezan en voz alta mirando al muro, saltan y en ocasiones bailan, parecen representar una función.

Ellas en silencio lloran. Me impresionó caminar entre cientos de mujeres que lloraban bajito, con la frente pegada al muro y tapándose la cara con las manos, o con su libro sagrado, llorando y llorando.

Me cuesta entender desde mi mirada ajena a cualquier precepto religioso, ese llanto y ese aferrarse a unas escrituras que repiten y repiten, pero si percibo la emoción, el silencio y las lágrimas, comunes a miles y millones de mujeres en todo el mundo.

Las veo alejarse del muro caminando hacia atrás un rato mientras continúan con el ritual, sin darle la espalda, y me cuentan que se llama el muro de las lágrimas porque esas pequeñas plantas que nacen entre las grietas se mojan con el rocío de la noche, y cuando les da el sol cae en forma de lágrimas.

El muro que llora cada día con el sol es un lugar de culto y de visita obligada, un lugar en el que se revuelven todas las emociones, hermoso e impresionante, pero un lugar de tristeza y llanto.

©Mabel Pérez Simal

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