Archivo por meses: mayo 2016

El viaje de Alí

 

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Miles de personas, se hacen cálculos aproximados de 50 o 60 mil, son las que están viviendo en la más absoluta provisionalidad en tiendas de campaña por toda Grecia. La atención mediática se centró en Lesbos y en Idomeni, quizás por ser los puntos de entrada y salida, olvidando los 38 campos, según datos no oficiales, que se reparten por toda la geografía de este país.

Campos gubernamentales y campos improvisados. De momento todos los que visitamos son informales. Espacios ocupados en los lugares más extraños, en un área de servicio de una autopista cerca de Polykastro: EKO, o en una gasolinera: BP, o en el aparcamiento de un hotel: Hara. Campos que toman el nombre del lugar que ocupan. El campo EKO, BP o Hara situados muy cerca de Idomeni, y de los que no se habla.

En el campo de Hara, en muy malas condiciones, se instalaron cientos de personas llegadas desde Afganistán.  Cogen el agua en el grifo de la gasolinera BP, enfrente, y en grandes bidones la cruzan los jóvenes a Hara, al otro lado de la autopista, sorteando el intenso tráfico de coches y camiones que se dirigen a la frontera con la República Makedonia. FYROM, como la llaman los griegos, es el lugar al que todos quieren ir por ser el paso más directo para poder llegar a los países deseados, y que hoy por hoy les resultan inaccesibles.

Qué ironía la de estar viviendo, sin poder moverte,  en medio del intenso tráfico.

Intentando acostumbrar la vista a esta imagen de pueblo de nylon, estoy parada en medio de esa nada cuando se me acerca Alí,  de 6 o 7 años, y sonriente me pregunta cuál es mi país, de dónde vengo?

  • De España y tú?
  • De Afganistán
  • Cómo te llamas?
  • Alí, y te gusta España, es bonito tu país?
  • Si me gusta -le digo.
  • Y a ti, te gusta Afganistán?
  • Si me gusta, pero nos vamos a ir a otro país.
  • Te gusta Grecia?
  • No mucho, mejor Alemania, o Italia, o España, o América –se queda un rato pensando y matiza- el que más América.

Dicho esto se despide, bye bye, y me dedica una gran sonrisa.

Qué imágenes tendrá en su cabeza un pequeño como Alí para desear ir a América?

La historia se repite en todos los campos, jóvenes y adultos a la menor ocasión te cuentan sus anhelos y sus sueños de buscar una vida en otros países, la que perdieron en medio de las bombas y el horror.

© Mabel Pérez Simal

 

Welcome to Grecia

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En la última novela de Gioconda Belli aparece un pequeño texto de su libro Contra el fanatismo. Y por esas cosas de la coincidencia, en la lectura del libro y el inicio del viaje, me lo quedo.  Amos Oz dice así:

“Yo creo que si una persona está mirando una enorme calamidad, digamos que una conflagración, un incendio, siempre hay tres opciones principales.

  • Huir, tan lejos y tan rápido como sea posible.
  • Exigir que los responsables sean despedidos de sus cargos.
  • Agarrar un balde de agua y tirarlo al fuego y si no hay balde, buscar un vaso y si no hay vaso, buscar una cuchara, y sino una cucharita. Todo el mundo tiene cucharas y cucharitas. No importa que tan grande sea el fuego, hay millones de nosotros y cada uno que tiene una cucharita puede usarla para apagar el fuego”.

Sigue diciendo Oz que a él le gustaría establecer la Orden de la Cucharita: “Las personas que comparten mi actitud, no la de huir o la de exigir que otros se hagan responsables, sino la de la cucharita, querría que llevaran prendida en el pecho una cucharita que los identifique como miembros de la “Orden de la Cucharita”, y así todos los demás sepamos quienes estamos en la misma hermandad, en el mismo movimiento de hacer algo para apagar los fuegos del mundo”.

Un viaje a Grecia, no a sus maravillosas playas o monumentos y paisajes, no, a la Grecia en la que viven miles y miles de personas refugiadas esperando un corredor humanitario, un papel de asilo de un país de la UE, un gesto de los países con un mayor desarrollo político y social, y que se suponían defensores de los derechos humanos. Un gesto que no llega.

Hace un año que se inició un imparable éxodo (palabra griega) de personas que huían desde Siria, Afganistan y otros lugares, buscando un lugar para vivir en el que las bombas no amenazaran cada amanecer y en el que sus hijos puedan tener una vida en paz. Vivían bien, en muchos casos, con sus pequeños negocios y profesiones, hasta que sus vidas se desmoronaron igual que sus casas. Y decidieron marchar. Así lo relata Bilal durante un rato en el que compartimos una charla sentados a la sombra. Su pequeño hijo se va una y otra vez y Bilal paciente y cariñoso lo coge y lo sienta de nuevo -no, no puedes ir a ver a tu madre que está descansando- le explica al pequeño, que con sus dos años solo me mira y me sonríe antes de volver a correr en dirección a las tiendas. Una de ellas es la suya, verde, azul, marrón, o gris, cualquiera de las cientos de tiendas de campaña, con formato igloo,  que se agrupan con mucha cercanía en todos los campos. Tiendas que están hechas para vidas provisionales y que se están convirtiendo en permanentes. Bilal lleva ya tres meses viviendo en una de ellas.

© Mabel Pérez Simal